Caminan
descalzos sobre la hierba húmeda, entre los árboles, apartados de
cualquier sendero señalizado para tal efecto. La luna brilla en todo
su esplendor en la bóveda celeste, lo que les proporciona luz
suficiente para distinguir cualquier obstáculo que exista en el
camino. Su manos entrelazadas, cual adolescentes extraídos de una
fotografía antigua, completan la escena.
-
¡Me encanta ésta época del año! - exclama ella casi en un
susurro, provocando en él una sonrisa. -Hacía tiempo que no
salíamos a cenar así, tú y yo solos.
Aprieta
su mano en el mismo instante en que distinguen las primeras luces de
la urbe, ya están cerca, muy cerca.
-
Creí que te agradaría, - le susurra – nos merecemos un poco de
intimidad.
-
Sabes que te quiero ¿verdad?
-
¿Significa eso que estás nerviosa? - ella asiente – No te
preocupes, será inolvidable.
Ya
están en los límites que separan la espesa arboleda de la ciudad y,
al otro lado de la calle, cientos de personas van saliendo del cine,
riendo y bromeando, satisfechas. Ambos se miran, con un brillo
intenso reflejado en sus pupilas. Alzan la vista hacia el astro que
preside desde el cielo, la mesa dispuesta para la cena. Un largo
aullido precede a la transformación y la noche se tiñe de sangre en
pocos segundos...
Cena romántica... depende de qué parte estés, o del comensal o del plato. Una buena idea este punto de vista. Todos lo hubieran visto desde el lado humano, como algo malo pues somos depredados; sin embargo, la óptica en este relato cambia, y todo se transforma en el detalle de un enamorado. Muy bien.
ResponderEliminaray madre¡¡¡ gracias a tí ya nunca voy a querer encontrar un hombre romantico y sensible que me lleve a ver las estrellas.
ResponderEliminarEstaba en la segunda línea enamorada totalmente, pensando en las pocas veces que un hombre te ofrece una noche así y vas tu y me zampas¡¡¡¡. Me ha encantado como lectora pero como menu.....no tanto
Gracias por vuestros comentarios. Me fascina encontrar el "otro lado" de las historias y más aún, cuando toco un tema tan manido como, en éste caso, el de los hombres lobo. Me pasó lo mismo con el relato de Alicia, claro homenaje a Carroll, al terminar me sentí como un niño después de hacer una travesura, satisfecho de mi pequeña fechoría :)
ResponderEliminarQue loco...
ResponderEliminarQue Jesús me llame loco, es bueno...que lo diga de mi relato ¡es tremendo! jajaja
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