La
sombra, haciendo gala de su recién adquirida consciencia, tembló
casi imperceptiblemente al posarse sobre el tibio suelo primaveral.
De todas las sensaciones que su bidimensional ser llevaba
experimentando desde hacía pocos días, aquella era una de las que
más disfrutaba. Por contra, le desagradaba enormemente el hecho de
permanecer en espacios cerrados, donde la única distracción
consistía en observar el entorno. Algunas veces, no demasiadas, la
verdad, se encontraba en sitios interesantes, donde su curiosidad
saciaba con creces la falta de luz natural. Pero la rutina establecía
dos puntos básicos que en absoluto respondían a sus expectativas.
Tanto el hogar como la oficina, se volvieron aburridos e insulsos a
las pocas horas, ya que ni ofrecían demasiada variedad, ni existían
alteraciones que proporcionasen a aquellos sitios de estímulos
suficientes. Pero el exterior era otra cosa. La vida bullía en todas
direcciones, creando un caos constante y maravilloso, donde no se
repetían las cosas ni las situaciones.
Paseaba
por el parque, sin duda, uno de sus lugares preferidos. Extendía los
brazos para rozar las hojas que habían caído de los árboles,
mientras observaba a los niños correr detrás de un balón, gente
mayor leyendo el periódico o una revista o empujando un carrito y
aquellos rostros que, aunque permanecían serios, mostraban claros
signos de alegría y felicidad. Necesitaba sentir la vida igual que
todas esas personas que se movían por el mundo con total libertad,
que podían decidir si iban o venían, cuando detenerse o retomar la
marcha. Si, aquello era con toda probabilidad lo que le faltaba. Pero
estaba el otro. El ser que se erguía a sus pies, a quien permanecía
unida y quien tomaba las decisiones. Era él, quien se pasaba horas
interminables en la oficina para después arrastrarla directamente a
casa. Era él quien mandaba y quien impedía su libertad. Observó
más atentamente y vió que había más como ella, que cada hombre,
mujer, niño o animal tenía retenida de la misma forma a otras
sombras ¿cómo era eso posible? Una sensación nueva afloró en su
ser, la ira y decidió que aquello tenía que terminar. Acababa de
encontrar el primer motivo de su corta vida. De una forma o de otra,
por las buenas o por las malas, se desharía de ese ser al que estaba
unida y ayudaría al resto de sus compañeras a hacer lo mismo.